Thursday, December 27, 2007

tu cuerpo era el mapa

tu cuerpo era el mapa para encontrar tu cuerpo
te leí con descaro
con descuido
con desdén
con desenfado

te leí con tedio

leí la espera
el sopor
los labios

el pubis
la marca de que allí
estaba enterrado tu cuerpo
cave en ti

pero nunca terminé de recorrer el mapa

duele saber que por más que nos movamos
somos solo estatuas

duele saber que a las palabras se las lleva el silencio
ese viento que no deja de soplar
sobre nosotros

y apaga cada hoguera
sin importar cuántos bosques arrasemos

y nos quedamos
solos

y sin cuerpo.


Antonio Sustaita.

mirarEScribir

Veo llegar al silencio: palabra.

Veo partir al silencio: palabra.

Veo parir al silencio. Palabra.



Antonio Sustaita.

Vendí las sábsnas donde cada noche

Vendí las sábanas donde cada noche
buscaba
sin encontrarlo
tu cuerpo

cada noche dibujo una noche
sin ti

vendí la almohada

vendé tus ojos
para no verlos más
para que no me vieras.


Antonio Sustaita.

Sunday, December 23, 2007

Todo y Nada.

No queda nada por imaginar porque todo se ha convertido en imagen.

Sustaita.

Tanto te acaricio.

Tanto te acaricié que tu piel ha ido desgastándose. Cada vez es mayor la cantidad de luz que sale por tus poros y siento tu piel más suave, más delgada. Un temor inmenso a perderte se va apoderando de mí. Temor de que, por fin, se rompa la tela de piel que te contiene. Pero no puedo detenerme: escribo con caricias mi desesperación sobre tu piel, ante tu ausencia que es inminente. Tus ojos acarician mi mirada, y tus labios me alimentan con una luz que adivino nueva. Sé que más temprano que tarde, cuando tu piel desaparezca, tu cuerpo luminoso volverá al sitio que le corresponde, en un espacio que está más allá de la red, hacia arriba. Y sé que mi vida volverá a transcurrir, sola, sobre esta red infinita.

Sustaita.

21.

Se ha dado a la tarea de construir un laberinto sobre una cuerda floja.

Sustaita.

Para.

Escribo para devolverte lo que te he robado al mirarte.

Sustaita.

La Ciudad de las Máscaras.

La fábrica de máscaras está en el centro de la ciudad. Se dice que hace mucho tiempo la ciudad era de mayor tamaño –o tal vez ocurría que la fábrica fuera de dimensiones menores. También se comenta que sólo algunos habitantes de la ciudad trabajaban en la fábrica. Sea porque las demás fábricas, las que producían otro tipo de artículos, fracasaron o porque la demanda de máscaras experimentó un crecimiento enorme, las otras fábricas cayeron bajo la influencia de la fábrica de máscaras, incorporándosele. En la actualidad no hay un hombre en la ciudad que trabaje en otra cosa, que tenga un oficio distinto del de elaborar máscaras. En los tiempos que corren hoy día, la fábrica de máscaras ocupa toda la ciudad. Se nace en una parte de la fábrica; se nace con una máscara; se aprende a usarla al nacer. El incremento de la producción de máscaras y la crisis asociada al consumo han provocado un decreto del jefe de la fábrica: todo trabajador de la fábrica –todo habitante de la ciudad de las máscaras- debe consumir cada vez un número mayor de máscaras. Nadie sabe ya quién es quién. Uno mismo es un montón de máscaras que crece a cada instante.


Antonio Sustaita.

La Fábrica de Máscaras.

La fábrica de máscaras está en el centro de la ciudad. Se dice que hace mucho tiempo la ciudad era de mayor tamaño –o tal vez ocurría que la fábrica fuera de dimensiones menores. También se comenta que sólo algunos habitantes de la ciudad trabajaban en la fábrica. Sea porque las demás fábricas, las que producían otro tipo de artículos, fracasaron o porque la demanda de máscaras experimentó un crecimiento enorme, las otras fábricas cayeron bajo la influencia de la fábrica de máscaras, incorporándosele. En la actualidad no hay un hombre en la ciudad que trabaje en otra cosa, que tenga un oficio distinto del de elaborar máscaras. En los tiempos que corren hoy día, la fábrica de máscaras ocupa toda la ciudad. Se nace en una parte de la fábrica; se nace con una máscara; se aprende a usarla al nacer. El incremento de la producción de máscaras y la crisis asociada al consumo han provocado un decreto del jefe de la fábrica: todo trabajador de la fábrica –todo habitante de la ciudad de las máscaras- debe consumir cada vez un número mayor de máscaras. Nadie sabe ya quién es quién. Uno mismo es un montón de máscaras que crece a cada instante.


Antonio Sustaita.